La melodía constituye el segundo aspecto de los tres que posee la canción: ritmo, melodía y armonía.
A partir de la melodía aprendemos muchísimo sobre nuestras relaciones con las demás energías. Sin relación no hay melodía. Un tono por sí solo no crea una melodía. Ésta se forma al situar un tono junto a otros.
La melodía -ya sea recitada, cantada o interpretada con un instrumento- apaciguará y alterará los estados emocionales y mentales. Conseguirá equilibrar la tensión mental y también la utilizaremos para aliviar el dolor. ¿Quién no ha visto a una madre cantando o tarareando dulcemente junto al hijo que llora? (A menudo la madre mece al mismo tiempo al niño y al hacerlo restituye el ritmo sedante al metabolismo del niño.)
Al cantar junto al niño, la madre establece un vínculo entre sus energías y las del pequeño (relación), por medio de lo cual calma y equilibra dolor y emoción. De esta forma se utiliza una nueva forma de resonancia forzada sin tener conciencia de ello.
Resulta muy beneficioso a nivel terapéutico canturrear en voz baja una dulce melodía a lo largo del día al niño que todos llevamos dentro. Nos alivia la tensión y nos ayuda a man tener el equilibrio.
Cada melodía consta de unos tonos que nos afectan a muchos niveles. Vamos a experimentarlo: De vuelta a casa al salir del trabajo, cantaremos para nuestros adentros una sencilla melodía de nuestra niñez. Nos ayudará a purificar la energía desprendiéndonos de los residuos negativos que hayamos podido acumular en el trabajo.
Extraído del libro «La curación por la música» de Ted Andrews